lunes, 5 de mayo de 2008

El agua en lo cotidiano

Vidal Elías ©
(Fragmento de mi libro: "El agua en lo cotidiano" próximo a publicarse)


En la complejidad y eternidad de la creación, en ese ámbito infinito, profundo e inextricable, el agua está presente sin complicaciones, constante, como avisándonos de su importancia, que de tan obvia, la soslayamos de distintas formas, ya sea desperdiciándola o contaminándola.

En investigaciones, discursos, textos escolares, cátedras y, en la cotidianeidad, se comenta de manera rebuscada que el agua es el líquido vital o el vital líquido. ¿Por qué si sabemos su categoría de insustituible, procedemos como lo hacemos?

Todos los días, en nuestros diferentes entornos vemos agua; sea en los grifos domésticos o en la época de lluvia, en nuestros cuerpos de agua, si es que tenemos la fortuna de vivir en una ciudad lacustre, en las fuentes de los parques públicos, en las marcas comerciales que disputan un mercado creciente con su mercadotecnia que resalta las bondades de su firma, en las fugas, en los charcos y escurrimientos callejeros que dejan su rastro señalándonos el desperdicio irracional y persistente.

Sin embargo, a pesar de la constante presencia del agua en nuestra vida diaria y de su presencia en el habla popular, en la práctica medica y religiosa de antiguas culturas[1], en nuestras relaciones interpersonales, en nuestra dependencia y del conocimiento tecnológico y científico que hemos desarrollado en torno a ella y de la importancia imprescindible que significa para la conservación de todas las especies que cohabitamos el planeta, al agua la derrochamos, la robamos, la contaminamos, la mal pagamos, la tiramos al drenaje o a la calle, es utilizada como discurso o elemento de presión política populista, nos quejamos cuando la tenemos en abundante lluvia o, como plañideras, lamentamos su escasez; de igual forma, la relegamos ante otros recursos naturales, como el petróleo y no le atribuimos el valor estratégico explícito que tiene y, finalmente, de forma obtusa, no disponemos de nuestra inteligencia para resolver el problema que su escasez a futuro representará para la permanencia de la vida misma y el desarrollo equitativo y sustentable de quienes habitamos este planeta de agua, mal llamado Tierra.

[1] Su uso fue medicinal – religioso a través de aguas termales y baños de vapor, conocidos en México como temascales o como eneepee en las culturas indias de América del Norte. Inclusive en nuestros días, es aceptado que las aguas termales proporcionan alivio a diversos males.